martes, 27 de octubre de 2009

Domingo negro

El 25 de Octubre es un día que quedará en la infamia uruguaya. El 52% de los votantes, optaron que no les importaba, ni les interesaba, hacer de nuestro país un lugar un poco más justo, anulando una abominación de ley, permitiendo que se encarcelen a asesinos, secuestradores y torturadores y que cada quien pueda enterrar a sus seres queridos en una tumba con nombre. Sencillamente no encuentro justificación, ni forma de comprender lo que sucedió este domingo negro. Entiendo que muchas causas justas quedan relegadas porque en la locura de la vida diaria en la que el día necesitaría tener cuarenta horas, poca gente puede dedicarles tiempo y recursos. Yo mismo, como la mayoría de nosotros, he postergado muchas causas en las que creo por razones de estudio o sencillamente porque prefiero utilizar ese tiempo para estar con mi familia o mis amigos, pero cuando lo que se nos pide, son dos segundos más de nuestro tiempo, para meter una papeleta rosada dentro de un sobre, en unas elecciones en las que estamos obligados a votar de todas formas, la indiferencia no tiene justificación. No es ético darle la espalda a la justicia cuando está se nos presenta de una manera tan sencilla y sin pedirnos nada a cambio, no concibo que haya sistema moral que pueda justificar semejante conducta.
Este segundo plebiscito sobre la ley de caducidad ha tirado abajo varios mitos sobre la sociedad uruguaya. El primero es que los uruguayos somos una sociedad bastante politizada. La indiferencia con la que esta cuestión pasó entre el electorado da cuenta del escaso interés que tiene por asuntos políticos como la justificación tantas veces escuchada de que el pasado es pasado y lo importante es el futuro, muestra la escasa perspectiva política (en el sentido amplio del término) de los uruguayos. El segundo mito derribado es el de el poco compromiso político de la generación artístico-literaria a la que pertenezco, la generación que ronda más o menos los 25 años, que justo yo tengo. La amplia mayoría de mis amigos y conocidos del ambiente artístico que pertenecen a esta generación, se alinearon, militaron virtualmente por el SÍ y ahora estamos masticando la rabia como podemos. Dicho sea de paso, el fracaso del SÍ rosado, constituye el primer fracaso colectivo para una generación que disfrutó relativamente de buen viento en la camiseta. Nuestra adolescencia puede ubicarse en líneas generales entre 1995 y 2005, con el establecimiento de un circuito de difusión de bandas de rock nacionales que fueron en buena parte la banda sonora de nuestras primeras juergas. El crecimiento y difusión de Internet, nos abrió un mundo de posibilidades a la hora de darse a conocer impensable hace diez años atrás, muchos de nosotros recibimos elogios por parte de españoles, mexicanos y argentinos, antes de que los colegas uruguayos comenzaran a saber de nuestra existencia. Buena parte de nosotros debutamos electoralmente en las elecciones del 2004 y vivimos la rara experiencia para los intelectuales de ver triunfar al partido por el que se vota, y aprovechamos las políticas culturales del Frente Amplio, que no habrán sido muchas, pero fueron significativamente más de lo que se venía haciendo. Quizás por esta suma de circunstancias favorables, nuestra generación literaria no tiene demasiado complejo de culpa a la hora de tomar elementos de la cultura mainstream, ni abunda esa apología de la derrota que es tan propia del volkgeist uruguayo.
Finalmente el mito más importante que ha tirado este plebiscito es la solidaridad del pueblo uruguayo y su espíritu demócrata, pero a no angustiarse, en Diciembre será la Teletón y tendremos un 0900 que nos haga sentir buenas personas.

2 comentarios:

  1. Te felicito! Buenísimo tu artículo!! Estaría bueno ponerlo en el fb también!
    Abrazo!

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  2. Mitos que caen. Como bien decís sucede, pero quién lo ve así, es más difícil dictaminarlo. Una realidad que da pena, una sociedad que ha demostrado falta de muchas cosas que debería tener y exceso de otras que no debería. Y todo por no poner un papelito en un sobre, nada más, así de avara y haragana es la sociedad uruguaya. Sentimientos antagónicos que se encuentran: saber que eso existe, y saber que eso existe. Positivo por saber, y negativo porque existe. La verdad es que es angustiante, decepcionante, y lo más triste, para que mí que me ha tocado vivir en diferentes lugares, es escuchar cómo hay muchos que se vanaglorian de valores que en todo caso pertenecieron a algún antepasado, algo que también es de dudosa veracidad, si se presta atención a libros como "El país de la cola de paja" o "El Uruguay y su gente"...

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