martes, 27 de julio de 2010

Contra la gillette



De todas las actividades humanas relacionadas con el cuidado del aspecto personal, la más frívola y efímera es afeitarse. Un corte de pelo masculino promedio, tarda más o menos un mes en perder su forma y de requerir otro, para tener las uñas razonablemente prolijas, basta con cortárselas cada semana o dos, aparentemente con una frecuencia similar se depilan las mujeres. Sin embargo a las pocas horas de afeitarse, ya surge nuevamente la sombra de la barba que renace. Sí los hombres fueramos tan obsesivos de la perfección estética como las mujeres, deberíamos afeitarnos varias veces al día, con la consiguiente consecuencia de tener nuestros rostros bajo una constante irritación cutánea.
La lucha que sostenemos los hombres por mantenernos libre de vello facial, se parece a las cruzadas morales de ciertos predicadores o los intentos de homogenización cultural que ha emprendido occidente en remotas regiones. Resignados a no poder alcanzar el objetivo, nos contentamos a mantener más o menos las apariencias y a pasarnos regularmente la gillette, sabiendo perfectamente que es afeitarse lo que hace la barba salga cada vez más tupida. No podemos eliminar la barba de nuestro rostro, tan sólo podemos aspirar a mantenerla dentro de ciertos margen que consideramos aceptable, haciendo la vista gorda a los pelitos que comienza a salir. Y sin embargo nuestra vanidad nos obliga a afeitarnos diaramente o cada par de días para de esta forma venderle al mundo que somos personas pulcras, civilizadas sin oscuras intenciones que ocultar tras su tupidas barbas.
Pese a que la cultura mainstream y sus postulados me resultan cada día más insulsa y autocomplaciente, me afeito tres veces por semana con una rigurosidad religiosa. Es que me gusta como me veo, además, afeitado rejuvenezco un par de añitos. También eso, somos una sociedad obsesionada con la juventud.

sábado, 10 de julio de 2010

La grandeza de Saramago



No quiero tirármela de intelectualoide ni darme de dique de algo que no soy, pero para mis 26 años he leído bastante. Por supuesto, que me quedan muchas obras fundamentales por leer y también he desperdiciado tiempo, por así decirlo, leyendo mucha cosa más bien triviales o que por lo menos no es lo que se espera que lea un estudiante de letras y aspirante a escritor. Sin embargo son pocos los libros que me han marcado a fuego y menos aún, aquellos pasajes que lograron conmoverme hasta la médula, uno de ellos pertenece al “Evangelio según Jesucristo” de José Saramago. Mis escasos pero leales lectores, sabrán disculpar las distorsiones, hace años ya que lo leí y en este momento lo tengo prestado, por lo que no puedo corroborarlo del texto en estos momentos.
Jesús lleva varios días vagando por el desierto, tiene los pies llenos de llagas y la garganta le arde de sed. Lentamente, con el dolor que le implica dar cada paso se va acercando al pueblo de Madgalá. Ya casi sin fuerzas toca en la puerta de una casa en las afueras, la casa de alguien que debe permanecer aislado. Una mujer responde, no recuerdo si media alguna palabra entre ellos, si lo hace pasar o si le llega a dar algo para que beba. Lo que sí es seguro es que más temprano que tarde, se abalanzan el uno sobre el otro, enredan sus cuerpos con furia y ya no se separarán más hasta que llegue la hora de la crucifixión.
La escena no tiene nada que ver con oscuros secretos templarios, búsquedas glamorosas del Santo Grial ni siniestras conspiraciones eclesiásticas para mantener oculta la verdad sobre Jesucristo, sino con algo mucho más sencillo y a la vez más importante, el amor y lo que esto significa. ¿Cómo puede alguien hablar predicar el amor como camino y como divinidad sino ha amado? ¿Puede alguien decir “amense los unos a los otros” sin haber sentido ese amor que te presiona el pecho? Me refiero al amor con mayúsculas, al que por momentos duele, por más que se tenga al ser amado en frente porque hay un límite físico de lo unidas que pueden estar dos personas?
Tampoco busca la blasfemía, escandalizar de la forma más baja posible para acrecentar las ventas o hacer pornografía, sino cuestionar, proponer una visión distinta del cristianismo, de uno de los cimientos sobre los que se basa la civilización occidental. Un cristiano muy fanatizado podrá tomarlo de blasfemo, pero cualquier cura con dos dedos de frente, puede ver que trata a la figura de Jesús con respeto, aunque no sea exactamente el Cristo en el que ellos creen.
Si hubiera escrito solamente ese pasaje, ya merecería un destacado lugar en la historia de la literatura, no sólo por todo lo que esta escena cuestiona y sugiere, sino por su capacidad de hacer música con el lenguaje y de meter al lector en esa piel flagelada por el sol y la arena que acaba de encontrar el consuelo de los besos. Pero el hombre escribió muchas novelas, algunas excelentes, otras tan sólo muy buenas. Por el momento he leído tan sólo dos además de “El evangelio según Jesucristo”, “Levantado del suelo” la novela que lo hizo famoso, que podría resumirse burdamente como una versión portuguesa de “Cien años de soledad” que nada tiene que envidiarle a la novela de García Márquez y “El año de la muerte de Ricardo Reis” a mi gusto un poco más floja que las otras dos, pero sin duda un hermoso libro. Tengo en el debe el resto de su novelas, en especial siempre me han dado curiosidad “Ensayo sobre la ceguera”, “Ensayo sobre la lucidez”, “El hombre duplicado” y “Caín”.
Saramago, tenía mucho en común con Mario Benedetti y Eduardo Galeano, en el sentido de que era un intelectual de izquierda, (el se definía como un comunista hormonal) comprometido como persona y en su literatura en la búsqueda de un mundo mejor. Sin embargo su posición política estaba de lejos de caer dentro de facilismos o de justificar cualquier cosa que hicieran los comunistas. Si mal no recuerdo, fue en 2003 que visitó por última vez Uruguay, por aquel entonces estaba en el tapete una serie de ejecuciones del gobierno cubano contra unos dicedentes políticos. En una conferencia que dio en el Paraninfo de la Universidad, se le preguntó al respecto. El respondió algo así como “Al gobierno de Cuba lo considero un amigo y cuando un amigo se equivoca, uno está en la obligación moral de decírselo.”
Pero por más que nos duela a nuestro corazoncito uruguayo, hay una gran diferencia entre el portugués y nuestros dos compatriotas, su talento literario era ampliamente superior y las ideas que manejaba en sus textos son mucho más complejas y provocadoras. Aquellos que formaron un grupo de facebook para que le dieran el Nóbel a Benedetti (ignorando quizás, que un Nóbel no puede ser dado postumamente) deberían leer a Saramago y ver el nivel literario de un Premio Nóbel justamente otorgado.
José de Souza de Saramago, nos abandonó hace menos de un mes, el 18 de Junio para ser exactos, sin embargo nos dejó una treintena de hermosos libros, libros para emocionarnos, para reflexionar, para gozarlos. Bastante más de lo que la mayoría de los mortales dejaremos en nuestro paso por el mundo.