lunes, 27 de septiembre de 2010

23 de Setiembre del 2010, el día L


Lacrimosa durante su concierto en Montevideo, foto cortesía de Gianfranco Giudici, alias "Vikingo"


Oí por primera vez sobre Lacrimosa, allá por 1999 en un mail que me escribió mi amiga, Calipso Covarrubias. Por aquellos tiempos, había que esperar un buen rato para que las páginas web revelaran sus fotos y un video de diez segundos demandaba una paciencia de media hora. Quizás fue al año siguiente que con la ayuda del Napster ¿se acuerdan del Napster?, pude descargar un par de canciones de ellos “Der erste tag” y “Alleine zu zweit”. Me pareció una banda muy buena e interesante, pero cada minuto que pasaba en internet se pagaba en la cuenta telefónica, además de que mis preferencias musicales estaban más marcadas por aquellos tiempos hacia Metallica y los Rolling Stones.
Tuvieron que pasar cuatro años más y entrar otra mujer en escena para que escuchara más de Lacrimosa. A pesar de que hace tiempo que ya no sé nada de Natalia, mantengo dos grandes deudas con ella que nunca podré pagarle. La primera es haber roto años de complejos, inseguridades y haberme enseñado que incluso alguien como yo puede tener una relación de pareja. Lo segundo es más circunstancial, pero fundamental para el tema que nos compete en estos momentos. Comentó una vez que iba a ir a la feria de Tristán Narvaja, entre otras cosas a ver a un conocido que vendía discos de metal difíciles de conseguir. Me preguntó si estaba buscando algo en particular, le respondí “-No sé, algo de Lacrimosa.” Se me apareció luego con el “Elodia”,” -Es un regalo”, aclaró.
No lo sabía en aquellos momentos, “Elodia” es la obra maestra de Lacrimosa y en mi opinión uno de los discos fundamentales de la historia del rock, algo así como el “Sgt Pepper”, “Abbey Road”, el “Nevermind” de Nirvana , el disco Negro de Metallica o el Led Zeppelin IV, aunque no tan difundido como estos otros. Lo escuché una y otra vez, con el tiempo se volvió una de mis obsesiones secretas y supe que algún día, costara lo que costara, vería a Lacrimosa en concierto.
Algún tiempo después me regalaron un disco para navidad o mi cumpleaños, no recuerdo si el disco ya lo tenía o era de una banda que no me gustaba, así que decidí cambiarlo. Ocurrió el milagro, en el local de “Todo Música” estaba el “Stille” decidí aprovechar esta oportunidad única y me lo llevé a casa. “Stille” es un muy buen disco, con momentos sublimes como “Der erste tag” “Not every pain hurts” o “Mutatio spirituos” pero no llega a ese grado de perfecta unidad artística que tiene “Elodia”, ya lo he dicho, existen contados discos que puedan compararse con “Elodia”. El resto de sus discos, los fui consiguiendo de a poco, “Lightgestalt” me lo mandó una amiga argentina por correo. “Fassade” me lo pasaron archivo por archivo mientras chateaba en el MSN.
Mientras tanto me iba enterando que Lacrimosa es un dúo formado por el alemán Tilo Wolff y la finesa Anne Nurmi, que editan su disco a través de su propia discográfica artesanal llamada “Hall of sermon”. Poco más se sabe sobre ellos, salvo que actualmente viven en Suiza y los rumores de que son pareja. También aumentaba mi convencimiento de que algún día iría a verlos. Los escenarios posibles eran dos, o ir llegado el momento a Buenos Aires, destino obligado de quienes gustamos del buen rock, aunque el buen rock crea que Montevideo es poca cosa para dar un concierto. O en un futuro impreciso y con más dinero quizás pudiera verlos en algún lugar de Europa, acompañado de mi amiga Cripta de Cristal. Hace un par de años, me agarré una de las mayores broncas de mi vida cuando me enteré que tocaban en Buenos Aires un día antes del concierto, más allá de que tuviera el dinero o no, ya resultaba imposible hacer todos los arreglos correspondientes.
Pero la vida da a veces mejores oportunidades de las que perdemos. Así de la mano de mi novia, me fui enterando primero de que un contacto de facebook de ella, estaba sondeando la posibilidad de traer a Lacrimosa a Montevideo, luego de que este mismo contacto confirmaba que efectivamente, sus majestades góticas tocarían en nuestra ciudad. Como si fuera poco, un trabajo que tuve durante unos meses me permitió hacerme del dinero suficiente para las entradas. La cita era el 23 de Setiembre en La Trastienda. Literalmente hablando, conté los días que faltaban.
Antes de entrar en lo que fue el desempeño de Lacrimosa, quisiera hacer un par de comentarios sobre los teloneros. Rrrrrr, no me gustó mucho, musicalmente estaba bien lo que hacían, pero hubo algo en la forma en la que se paraban en el escenario que no me terminó de cerrar. Fixion en cambio me dejó una muy buena impresión, es cierto que tienen que trabajar algunas cosas, pero en mi humilde opinión tienen todo lo necesario para volverse en los próximos años, una de las grandes bandas del rock uruguayo.
Visto que Lacrimosa es un dúo y el peculiar sonido que tienen, una gran incógnita para mi era la forma en que iban a salir al escenario. Desconozco como lo han hecho otras veces, pero en esta gira, optaron por conformar una agrupación de rock clásica con músicos contratados, bateria, bajo y dos guitarras, mientras el integrante del dúo que llevaba la principal parte vocal de la canción cantaba desde el centro del escenario, el otro lo acompañaba con los teclados y le hacía los coros. Esta formación tuvo el inconveniente de que volvía impracticable tocar los temas orquestados donde lo instrumental lleva la mayor parte, que suelen ser mis favoritos pero por otro lado ayudaba con los más movidos ideal para trasmitir la energía necesaria en un concierto. En ese sentido, superaron ampliamente mis expectativas, por alguna razón me imaginaba a Lacrimosa una banda más bien gélida en el escenario y nada más lejos de la realidad.
Anne Nurmi estuvo totalmente seductora, encargándose la mayor parte del tiempo de los teclados, pero bailando de una forma bastante única e indescriptible cuando le tocaba ser la principal cantante. Su forma de vestir fue también una reivindicación por el rol de la cantante,cuando creíamos que toda mujer que cante estaba obligada a mostrar abundante cantidad de carne sobre el escenario, Anne parecía un versión gótica de las princesas Disney, su vestido plateado apenás revelaba un escote, pero más llamaba la atención el arreglo que se había hecho en el pelo. “-You're beatifull” Le gritó alguien del público y ella apenás hizo una reverencia con esa gracia sobrehumana que tiene.
Tilo Wolff más que el genio torturado que supuse que era, demostró ser alguien que disfruta enormemente del hecho de hacer música y capaz de emocionarse hasta la médula, cuando el público de este lugar recóndito coreaba como podía los temas en alemán. Su carisma en el escenario, es irrepetible, no necesita de grandes artilugios escenográficos, le bastaba con sus modales de dandy decimonónico y la confianza de ser (creo que en el fondo sabe que lo es) uno de los mejores músicos del mundo.
Con su música nos fueron envolviendo a todos, llevándonos hacia una gama de sensaciones desconocidas, “el poder de la música” adquirió un significado mucho más profundo. Dos veces dieron por terminado el concierto y dos veces pedimos por un bis, no queríamos que la música terminara. Al salir del concierto me quedaba mirando extrañando a la gente en la calle, no podía entender como podían haber sido ajenos de algo tan trascendente y continuar sus vidas como si nada.