lunes, 30 de mayo de 2011

7/5 Charly García en Montevideo



Video que alguien filmó durante el susodicho concierto.


Fue cuando estaba en los primeros años de la secundaria, posiblemente al volver de un viaje por Buenos Aires, que mi madre me trajo mi primer CD de Charly García, el “Hello, Unplugged”. Por aquel entonces mi universo musical se limitaba a los Beatles, los Rolling Stones, los últimos discos de Fito Páez y posiblemente tuviera mis primeras incursiones con Deep Purple. El disco me decepcionó en un primer momento, esperaba algo más en línea con lo que oía. Visto que no podía devolverse, me puse a escucharlo. No me pareció gran cosa debo decir, pero hubo un tema que me enganchó “La sal no sala”, con el tiempo me fueron gustando otras canciones y al revés que lo que pasa con muchos discos, se trata de un álbum que más me gusta cuando más lo escucho.


Resulta casi imposible separar a Charly García el artista, de la escandalosa leyenda que esa maquina demoledora de carne humana que es la prensa argentina a construido en torno a él. Genio loco o simple idiota drogadicto, lo cierto es que Charly ha hecho muchas estupideces a lo largo de su publicitada vida que por más que me considere un admirador de su trayectoria como músico, no tiene sentido justificar lo que considero injustificable.


Creo que se trata de uno de los mejores músicos en lo que a capacidad creativa se refiere que habitan hoy por hoy este mundo. El único que a mi humilde entender está a su nivel es Tilo Wolff, quien posiblemente tenga una discografía más pareja en lo que respecta a calidad. Tampoco podemos medirlos con la misma vara, mientras Charly García ha tenido serios problemas de drogadicción y el público argentino lo ha elevado al estatus de dios donde cualquier cosa que presente es tomado acríticamente como una genialidad. El principal compositor de Lacrimosa, se ha dedicado a trabajar concienzudamente sus discos sabiendo que los elogios le llegarán solamente si los merece.


Un poco porque lo tenía en el debe, otro poco bien agitado por mi buen amigo Ciro, fui a ver a Charly el 7 de Mayo en el Velódromo. La noche era fría pero la ocasión bien lo ameritaba. Debo admitir que no me acostumbro a verlo gordo, desde que tengo memoria lo recuerdo con su típica flacura enfermiza, de las misma forma que me cuesta reconocerlo con pelo largo y lentes en su época de hippie idealista, allá por los años 70 en los tiempos de Sui Generis. A nivel musical lo vi en excelente forma, con una banda bien aceitada y capaz de tener momentos espectaculares como cuando empezaba a hacer improvisar arreglos sobre las canciones que estaba tocando, muchas veces eran no más dos o tres notas sencillitas, pero tan bien colocadas que parecía magia. Quizás le faltó un poco de arrojo, de locura, aunque lo prefiero en la tranquilidad de ahora y no que al tercer tema se le de por romper los instrumentos, dando por finalizado el concierto y tenerme que meter el dinero de la entrada ya sea imaginan donde.


Como showman, lo encontré muy suelto cuando estaba sentado tras lo teclados no así cuando decidía pararse y caminar por el escenario. Me daba la sensación que estuviera pensando “todos los rockeros desembulan por el escenario así que yo también tengo que hacerlo”. Me hubiera gustado que hubiese cambiado de instrumento en medio de la canción como lo he visto hacer en otros shows, es algo que visualmente queda muy bien y demuestra su habilidad como músico. Supongo que prefirió la seguridad de que cada uno se dedicara a lo suyo que los imprevistos. Hizo gala de mucho sentido de humor, cosa que no había podido disfrutar mucho en los últimos conciertos que he ido, porque se tratan de músicos que en lo general no hablan español. “Nadie trajo vengalas ¿Verdad?” “Iba a hacer un comentario sobre la vaya que separa a los que están separados de los que están de pie, pero nada, ustedes ya entendieron el concepto.”


A mi entender los momentos más emocionantes fueron un vibrante “Cerca de la revolución”, “Rezo por vos” que se la dedicó a Cerati, lo que no deja de ser un lindo gesto y las dos canciones que tocó de los Rolling Stones. Medio flojo me resultó la versión de “Los Dinosaurios” y la primera intervención de Rada, más como un gesto paternalista hacia la música uruguaya que otra cosa, no así cuando cantaron el tema final. El concierto me resultó un poco corto, uno puede entender que Charly está viejo y fuera de forma, para tocar varias horas. Yo prefiero pensar que dejarnos con ganas de más es parte de su magia.


Valió la pena.


Aprobecho para hacer un brevísimo repaso por la carrera de Charly.









martes, 10 de mayo de 2011

El arcade de la muerte (o de como exorcisar ciertas pesadillas)






Son extraños estos niños, tienen esos ojos que nunca acaban de acabarse, ni se los puede contar, son otros cada vez que uno se da vuelta para mirarlos. Y les fascina jugar al arcade de la muerte que pulula por los salones con su música mortuoria y su lápida que es a la vez plaqueta de game over y de inicio. Por razones que no comprendo esta música se las arregla para sobreponerse a la de las otra maquinitas, además de que todos estos arcades coordinan de alguna forma su sonido, generando el unísono efecto de un no-muerto ejercito apoderándose del local de juegos. Dicen que puede aparecer el nombre de uno en la lápida, pero nadie quiere explicar que pasa cuando esto sucede. Uno de los niños que está a mi cargo me dice que quiere jugar. Quiero, quiero, quiero, quiero, responde ante mi negativa y entierra sus uñas en mi rodilla. Los otros niños comienzan a rodearme y la rodilla duele como cuando los cráneos muerden. ¿Nunca los mordió un cráneo? Emergen de la tierra húmeda, recién removida con sus patas arácnidas y van trepando por las piernas y penetrando los dientes en la carne hasta dejarte sin fuerzas. No tengo más remedio que darles dinero para las fichas y caer, caer hacia la vigilia o hacía la gris lápida pero caer, caer, porque comienzan a hablar en náhuatl. Madre Verónica sabía un contra hechizo, pero se disipó volviéndose todas las cosas antes de poder enseñármelo, por eso temo a la muerte pero más temo a las maldiciones en náhuatl.



Madre Verónica